Me despierto, miro el reloj: la una y media de la
madrugada.
Me he despertado de una forma serena, relajante… las gotas
de lluvia golpeándose contra el cristal de la gran ventana de nuestra
habitación. De fondo, algún que otro trueno. Me quedo sentada en la cama,
viendo cómo, cada vez, hay más gotitas de la preciosa lluvia resbalando por el
cristal. La lluvia era de esperar, precedida por un intenso viento, ese viento
típico de tormenta en la noche. Pues si bien, la lluvia me ha despertado, y de
una manera muy agradable… Ese sonido me relaja, me mece, me incita a quedarme
sentada, mirándola, sin hacer nada, sin pensar en nada, sin ni siquiera
despegar la vista de la ventana.
Y es
que… ¿A quién no le gusta el sonido de la lluvia? Cada vez va a más, cada vez
pega más fuerte contra la ventana, y cada vez me sienta mejor. Me tumbo mirando
la ventana, respiro hondo, no pienso en nada, sólo escucho.
No creo que me vuelva a dormir ya, no al menos mientras
estas preciosas gotitas sigan cayendo, regalándome esta preciosa canción.

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